Si tienes más de 45 años y buscas trabajo no te rindas, ya que la mentalidad del empresario está cambiando y la nueva gestión de los recursos humanos se está inclinando a tu favor.
Se están enterrando aquellos privilegios dependientes del puesto de trabajo, como la antigüedad, trienios y otras prebendas para dar paso a un estilo dirigido a la persona y al resultado, por tanto no hay que preocuparse tanto por la edad como por los conocimientos y la formación actualizada permanentemente.
Estamos entrando en la era del conocimiento tácito y ello significa una revaloración hacia los buenos hábitos adquiridos, se premiará al que sabe hacer algo, al que es capaz de innovarlo, al que lo mejore y de paso contribuya a que el resto del grupo también sea más eficiente y sobre todo al que enseñe como pueden hacerse las cosas para que todo funcione mejor.
Atrás vplverán a quedarse los teóricos, los pseudo-especialistas tan egoístas de lo suyo que desconocen lo que hace el vecino, los que viven el trabajo sólo como un renting de sus horas, los que dejan que“inventen ellos”, y todos aquellos que pensaban en el empleo de por vida sin que ni siquiera hayan superado ninguna oposición.
Se abren las puertas del talento empresarial hacia el esperado maná, denominado ahora como el conocimiento de los trabajadores y que han bautizado en plan rimbombante como capital intelectual y parece que es tan importante en una cuenta de explotación como el patrimonio económico de la empresa, pues bien, el talento no tiene edad y aunque sea a costa de un intenso mestizaje de conocimientos y puesta al día, imprescindibles para poder trabajar.
A partir de ahora mismo, aquellos maduros trabajadores nacidos al albor de los 50, pueden tener una nueva oportunidad en este futuro empresarial dechado de tecnología, navegantes, robótica y un excedente de desdichados que justifican su puesto a base de tarjetas muy cuidadas, muchos diplomas y masters, pero sin vivencias, ni cultura del trabajo.
Parece que estas nuevas empresas que casi rozan la ciencia ficción, que externalizan sus servicios, practican demasiado el benchmarking y se extasían con las nuevas palabras de moda, y compran la última tecnología , antes de conocer su utilidad, acaban de descubrir que la empresa son personas, que sus competidores también son personas, y que el mayor capital que poseen son el valor añadido que proporcionan sus trabajadores que son seres humanos, con sus conocimientos, experiencias y muy especialmente sus ganas de trabajar.
Y en este espacio nada virtual, hasta existen auténticos empresarios, no vulgares empleadores de esos que pertenecen a otra raza muy distinta de la creación de empresas, riqueza social y trabajo estable, y precisamente estos buenos empresarios, asistidos por sus gurús correspondientes quieren contratar personas válidas con buena actitud para trabajar, positivas, colaboradoras y receptivas, y algunos no cuestionan el carnet de identidad, poco importa la edad cuando lo que mas cuenta es la calidad total, el buen producto, la competitividad y la implicación.
El mercado es caprichoso, incluso voluble cuando la publicidad marca modas temporales, pero en sus excesos la enorme oferta de todo lo consumible y también intangible, han creado un consumidor más caprichoso, exigente e infiel, al que no se puede manejar tontamente, ya que todos nosotros reconocemos el valor de las cosas que compramos ignorando la edad del trabajador que lo ha fabricado.