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Corriendo-hacia-el-precipicio

 

No escuchamos a Hawking, cuando nos advierte que deberemos marcharnos de la tierra ni  a mi admirado colega e ilustre paisano el paleontólogo Eudald Carbonell, cuando nos advierte sobre el  ocaso de nuestra civilización, que nos llevará al colapso humano; en parte, gracias al descontrol de la tecnología y como nos advirtió Orwell , al colectivismo burocrático, que  ya ha llegado en forma de drones, bits y big data, nuestro smartphone, controla desde nuestra ubicación, gustos, relaciones sociales, alimentación y claro está, nuestras miserias, todo en un inmenso Plan de Marketing, en el que nosotros somos sujetos activos y víctimas.

En la empresa, más de lo mismo, los protocolos han vencido la libertad de acción, la gente no piensa porque alguien lo ha hecho por ella, sólo se mide la innovación por el resultado que aporta a corto plazo ( ahora se llama “poner en valor”) y al final todos formamos parte de un engranaje en el que se manipula, hasta lo que decides comprar.

Un universo de gregarios, que se sienten felices porque tienen cosas que caducan desde el momento en que se poseen y generando una fuerza centrífuga de oferta y demanda inmediata, que acaba expulsando a los que se resisten, porque el comercio ha pasado a ser  vasallage de marcas y nuevos inventos que normalmente aportan poco más que la distracción  efímera y ¿ en dónde quedan los valores, los sentimientos o mejor, la maestría, las buenas prácticas, la profesionalidad o incluso la competencia? Pues en los  discursos que se escriben detrás de la “masteritis”, en las frases con que somos bombardeados a diario por poetas  auténticos, pero ingenuos en la práctica, pero la desigualdad en que vivimos, leva al conflicto y al final con la voracidad tecnológica, la destrucción.

La verdad humana, se reproduce también, en la vida empresarial, a nadie le interesa realmente la autenticidad, sino la oportunidad de beneficiarse de sus consecuencias y sino, ¿como justificaríamos que sigamos votando a políticos que sabemos que son mediocres, sin entrar en otros vicios, o porque en las empresas especialmente las grandes y poderosas, se valoran más los aplicadores que los estrategas? Pues por lo mismo, proyectamos nuestra inseguridad buscando candidatos que pensamos son limitados para garantizar una posición de comodidad, hasta los jefes  que deben tomar decisiones, dan órdenes mandando copia a media plantilla, por el terror a su responsabilidad y los de marketing se ponen las botas haciéndonos creer que seremos más bellos, fuertes, poderosos y menos vulnerables, comprando lo que venden.

No nos engañemos, en la vida real tenemos un Gran Hermano vigilante que está mediatizando nuestra forma de vivir e incluso de pensar, ignorando que la religiosidad no tienen nada que ver con frases o imágenes sino que és una actitud interior, que la competencia , el liderazgo o la calidad , no tienen que ver con una salario, una posición o un título , sino que es “una forma de pensar y hacerlas cosas y que el conocimiento no llega por las wikis o internet, sino por la experiencia personal y la comunicación con los demás.

No sé si al final  será la tecnología, la robótica o la digitalización quienes acabarán decidiendo nuestras vidas, pero por si acaso, yo os invito a reflexionar como era la vida en blanco y negro, como nos sentábamos a la mesa a hablar entre nosotros tomando la servilleta con la mano en vez del móbil , a contratar a la gente preguntándole por su ilusión o por sus proyectos y por su vivencia, mucho más que basarnos en  datos curriculares siempre huecos de su experiencia de vida, porqué el futuro se construye caminando y lo pasado ya es inevitable ,hay que animarse, porque quizás aún tengamos tiempo para hacerlo mejor.

 

 

Y si aprendieras un oficio?

Estamos hartos de escuchar que las cosas están mal, que si los gobernantes no cumplen, que las leyes no sirven, que el paro sigue, que parece que no hay trabajo para todos y que siguen los agravios a seniors y mujeres, pues sí, estas cosas pasan y todos tenemos nuestra verdad, pero en economía, debemos centrarnos en la creación de riqueza con el esfuerzo y el trabajo individual y seguir.

Se está diciendo por ahí, que la generación actual de jóvenes, está destinada a vivir peor que sus padres y se dan muchos argumentos, aunque todos convergen en una clave que no es otra que la educación, pues al final somos la consecuencia de lo que hemos aprendido y desarrollado; como el carácter y  valores tienen que ver con lo que hemos “mamado” en casa, en la escuela, en la calle y naturalmente en los medios.

Los docentes decimos que no es lo mismo enseñar que aprender y por igual razón, ni el hábito hace al monje, ni la titulación hace al maestro, una cosa será cumplir un ciclo académico y otra ser apto o competente para poner en práctica lo que se supone has aprendido y el fin último consiste en llegar a ser feliz, que en el trabajo equivale a una de mis máximas: hacer aquellas cosas que más te gusten, si es posible mejorando la sociedad y que te paguen por hacerlo.

Para estos jóvenes que os negais a aceptar una vida mediocre y aspiráis a construir un futuro que cumpla vuestras expectativas, pienso que debéis planearos “buscarse la vida”, partiendo de dos premisas, conocerte lo suficiente para saber en que eres bueno y atreverte a hacerlo lo mejor posible y esto equivale a saber el oficio porque si eres bueno te contratarán antes.

Una observación del entorno, nos permite darnos cuenta de lo que se oculta detrás de aquellas cosas que no funcionan, por ejemplo, la clase política tiene poco oficio, porque no nadie le pidió una acreditación académica para dedicarse a eso y en la educación, sobra la rutina,  porque ha llegado el tsunami de la innovación y debemos cambiar el chip y los responsables de centros educativos deben adaptar su marco mental, explorando nuevas formas de enseñar, y el profesor deberá acompañar a alumno en un proceso educativo, que funcionará con equipos , la familia deberá implicarse, rechazar hábitos perversos como el uso permanente de smarts, en la vida doméstica, seguir métodos con el objetivo de que se pueda convivir mejor y aprender de verdad un oficio, porque lo que asegura el futuro, es el talento, olvidaos de carreras -que valen para todo-, siempre es mejor un buen ciclo profesional, porque lo único que te garantiza un buen salario, no es el título, sino lo que sabes hacer.

Es verdad que vivimos tiempos líquidos, de cambio permanente, en un mundo global para todo lo bueno y lo malo, ya que la constante estimulación mediática, no deja tiempo para pensar, pero tenemos que recuperar la fuerza del individualismo, del conocimiento personal, y de los valores, con la mejor actitud, porqué el reto no debe ser competir con robots, sino humanizar de verdad la tecnología para que esté a nuestro servicio y no al revés.

Sin duda, la robotización tendrá un papel importante en la producción de este futuro apasionante, pero sólo sustituirá aquellos trabajos rutinarios, previsibles y con relativo valor añadido, pues no tienen la genialidad humana, la capacidad de improvisar, de desaprender , de adaptarse y obviamente no pueden emocionarse, entonces no perdamos de vista  que en nuestra vida sólo fijamos aquellos recuerdos, aquellos momentos o palabras compartidas, que tenían detrás una emoción, porque el alma, jamás puede clonarse.

 

Donde-vas-triste-de-ti

 

No quiero ni pensar que los únicos que nos preocupamos por la gente, seamos los que llevamos tantos años trabajando en Recursos Humanos, pues formamos  una extraña especie que se siente feliz cuando la gente disfruta de un trabajo que le permite cierta calidad de vida; aunque nos lo ponen difícil, de verdad, ya que por mucho que tratemos de inspirar desde el aula y en cualquier foro posible  con mensajes positivos, animando a conquistar competencias transversales, desarrollar el talento propio y hacer mejor las cosas, después llegan  las dudas sobre la honestidad de políticos o clase dirigente  y el discurso de valores, ética, eficiencia o liderazgo se nos va a paseo.

La parte fea de la economía, es que tiene poco que ver con las ideas, porque al final todo se traduce en los puñeteros números, al final se trata de tener un buen salario o muchos ingresos para vivir mejor, gastar más, dando trabajo indirecto a más gente,o sea si te esfuerzas más para ganar más dinero se supone que ayudarías a aumentar la empleabilidad, más gente trabajando, que consumiría más y aumentaría el circulante de dinero, por tanto habría más prosperidad para el conjunto y esto estaría bien en una economía productiva, pero no funciona asi  y conste, que tengo poco de economista pero puedo ver como está la gente de la calle y parece que el beneficio general, se lo llevan algunos especuladores pues aquí sobran empleadores y faltan buenos empresarios..

A menudo me planteo si esta codicia  en todo y para todo va alguna parte, cuando la cuestión debería ser construir un modelo económico y social  en el que participe el que quiera y  en el que, con algunos matices, cada uno pudiera aportar cierto esfuerzo, experiencia e innovación en beneficio del conjunto y que significaría un indicativo de prosperidad , pero los que no quieren más que sobrevivir al menos que no entorpezcan.

Como siempre , el caballo de batalla, pasa por la educación. Presumimos de tener miles de jóvenes en la universidad pero, que después no tienen trabajo, porque no están cualificados en competencias o sea habilidades conocimientos experiencia y actitud o no hay puestos o perfiles adecuados a su formación, mientras, tenemos auténticos déficits en FP, sí, lo digo bien, nos falta gente de oficio además de  técnicos o ingenieros, el paradigma consiste en fortalecer la vocación libre y espontánea, o bien tratar de inducirla desde una óptica de mundo global, tecnológico, pero sin perder su componente humana.

Nadie se atreverá a enfrentarse al progreso tecnológico, entre otras cosas porqué es imposible, pero quizás deberíamos ser capaces en estos tiempos líquídos que vivimos, de construir ciertas reglas y principios dentro de esta red  digital, para  priorizar lo que realmente es importante, renunciando a crear necesidades superficiales que mantienen economías sin valor añadido y que contribuyen a la frustación de los que hipotecan horas de su vida para poder pagar un consumo absurdo, comprando ”cápsulas de felicidad” limitada y sin trascendencia para nadie, tristes aquellos que empeñan su tiempo solo para satisfacer sus caprichos, obviando que nuestra propia vida tiene sentido, cuando contribuye a construir la de los nuestros.