El Lifting de las empresas

Es probable que la gente cambie sólo porque no se acaba de gustar, o a lo mejor lo hace simplemente para imitar los caprichos de la naturaleza que renuncia a duplicarse y, por eso, no existen atardeceres duplicados, ni flores gemelas y ni siquiera nuestros órganos pareados son simétricos.

Quizás sólo se cambia para que todo siga igual, y según parece, hasta se han inventado un programa televisivo gastando millones con gente dudosamente afortunada –se ignoran las secuelas- que no se siente a gusto con su cuerpo, veremos como responderá su alma con el paso del tiempo.

La moda del cambio es tan vieja como las primeras nociones del lenguaje humano, quizás hace 120.000 años alguien le dijo a otro o así mismo “no me gusto“ o “quiero hacerlo a mi manera“ y, a partir de ahí, empezó a cambiar las cosas de sitio, porque realmente sin el contraste comunicativo, sin receptor, no hay teatro, si no te ven, sino lo explicas ¿para qué cambiar?

Los romanos -hedonistas, vanidosos y soberbios como nosotros- inventaron nuestras modas actuales y cada emperador superaba a su antecesor, innovando lo que le dejaban mientras conquistaban el mundo.

Y hoy la economía pivota sobre la innovación, la tecnología y muy especialmente el marketing  siempre pernicioso, porque la incitación al deseo es la característica de estos tiempos.

En las empresas el cambio a menudo es su única garantía de subsistencia. La globalización ha transformado incluso la forma de trabajar y de un soplo ha condenado a cientos de millones de trabajadores a ser poco más que fuerza muscular y simple unidad de coste y moneda de cambio de anónimos rentistas, también llamados inversores.

Y en el otro bando tenemos a los trabajadores del conocimiento, esos que creen que el conocimiento les hace más libres y, por tanto, menos explotables, aunque la verdad es que como los niños aprendemos obedeciendo y la voluntad no es otra cosa que una forma de darse órdenes a uno mismo. Casi siempre tener más dinero sirve para comprar más cosas que no necesitamos, pero que alguien nos hace desear.

Creo en todo cambio que permite prosperar y mejorar para ser más felices, y como afirma el Prof. Marina “una sociedad es inteligente si resuelve el máximo de problemas que afectan a sus individuos”. Por ello, pongo en duda los pequeños arreglos, los maquillajes o liftings -en forma de solemnes discursos, palabras importadas o métodos de otros- que se proclaman como cambios y que sirven para vender un poco más de falsa esperanza a los que renuncian a pensar por si mismos.

Como conclusión, me gustaría apelar a la cultura del esfuerzo que constituye la única energía  hacia el cambio real, ya que incluso para motivarnos hay que esforzarse, hasta llegar a la transformación hacia las nuevas ideas por el camino del aprendizaje, por tanto: práctica, experiencia, reflexión y constancia, todo ello con una importante dosis de pasión y si fuera posible con un poco de ética.