Me llamo Albert y soy cocinero. Por Miquel Bonet, Profesor, abogado, autor de “Búscate la vida”
Como todas las semanas estoy subiendo la cuesta de la riera de Cabrils a lomos de mi mountainbike, que me llevará hasta la pequeña colina de la Mutua y como siempre, paso por la indicación del Axol, este atípico restaurante, que he visto nacer y que se esconde en una Urbanización cercana, alejada de la oferta gastronómica de este pueblo del maresme, que acoge a algunos de los mejores comedores de la comarca.
Me acuerdo mucho de Albert Ortiz, recién estrenado Premio de Gastronomía, un joven tímido, discreto, modesto, hijo de cocineros, nacido para ésto y que inicó hace menos de 10 años, su aventura empresarial acompañado por su hermana Xenia, con más pasión y entusiasmo, que clientes, pero que nunca desfalleció en su entusiasmo.
Precisamente en estos días, he tenido el honor de dictar en mi Universidad, mi curso semestral de “emprendeduria” del que somos pioneros en una universidad pública, hace ya más de 6 años y que he compartido con una veintena de alumnos, en su mayoría incentivados , mucho más por los créditos, que por aprender o atreverse a emprender algún proyecto.
Y lo cierto es que, navegamos entre estas dos realidades, por una parte, muy pocos de los nuevos universitarios, se inclinan por emprender su propio sueño, pues ni la sociedad, ni la administración, ni los padres, se lo ponen fácil, sino más bien lo contrario y sobretodo, porque en un país que durante siglos, encarnaba la tradición emprendedora, y la comercialización sin límites, actualmente y en las dos últimas generaciones, el riesgo, la curiosidad ó la persistencia, han dejado paso, al conformismo, la mediocridad y la pasividad, propias del modelo español que nos ha situado en la cola de la productividad y de los informes Pisa.
La otra realidad, la conforman, profesionales como Albert, jóvenes con ganas de luchar por lo que creen y que no se rinden ante nada. Mi esposa y yo que fuimos clientes y huéspedes del Xef Albert, incluso antes de inaugurar Axol, hemos comido “sólos”, preguntándonos, como una comida tan creativa, preparada con tanto amor, y al alcance de todo el mundo, podría ser ignorada por un público tan entendido, como el de esta villa, que cuenta con tres de los mejores Restaurantes de una provincia plagada de estrellas Michelin.
Afortunadamente, hace un par de semanas, no se podía pedir mesa, porqué estaba completo y éste es el mejor premio para un profesional y sin duda el triunfo del sentido común, que por una vez, se abraza a mi teoría” técnica, creatividad , calidad y formas, pero sobre todo: trabajo,trabajo, trabajo”. Albert , es un ejemplo para jóvenes cocineros, que quieren profesionalizarse y cualificar este Sector, y yo, me siento orgulloso, porqué será un referente en mis clases, porqué demostraremos que el éxito, siempre viene detrás de mucho sacrificio, de la tenacidad, de la coherencia y claro está…. de la persistencia.
Ahora, lo importante es mantenerse y esto no es fácil, pero sé que Albert, es tan modesto como la sencillez que imprime en sus platos y tan auténtico como las veinte cazuelas, que maneja al tiempo en su cocina y tan sincero, como esta sonrisa imposible de borrar en su boca, tanto si estamos sólos, como si está saturado de clientes, gente así no sólo dignifica la profesión, sino que constituye un ejemplo para una generación, que a menudo, no sabe a donde va, porqué ni siquiera, se ha parado a pesar,a donde quiere ir.