Que pasa con los si-si

Y que pasa con los si-si. Por Miquel Bonet, Profesor, abogado, autor de “Búscate la vida”

Acabo de impartir mi curso semestral sobre Emprendeduría, desde mi Universidad -la Ub-, que es pionera en ayudar a sus postgraduados a caminar hacia la búsqueda de empleo, desde el antiguo Siae, el Club de Feina y los cientos de charlas motivacionales, que su eficiente equipo humano imparte en todas las facultades, con el único objetivo de concienciar y ayudar a nuestros jóvenes para incorporarse al mundo laboral, la verdad es que estos cursos significan un “rayo de esperanza” que me contagian las ganas de muchos jóvenes, que pronto serán emprendedores.

Y es que se ha hablado demasiado de esta generación de los “ni-nis” o sea, aquella gente que por desidia, ignorancia o simplemente educación érronea, no saben o no pueden incorporarse a un mundo laboral, actualmente muy adverso, con déficit de ofertas y lo peor, arrastrando excesivos vicios adquiridos, como el panegírico del paraíso laboral, o lo peor, atribuir la posesión de un título académico para acceder a un trabajo, craso error de difícil corrección.

A la siempre experiencia dulce, gratificante y hermosa para mí, por poder compartir lo poco aprendido en mis diez lustros de trabajo, a través de la docencia, con cientos de alumnos que me soportan cada  año, debo contrastar el enorme desconocimiento de nuestros estudiantes, sobre el mundo económico, empresarial  y competitivo al que se deberán enfrentar.

Por desgracia la elección para mí es muy simple y se resume en una frase de Tucidides, “o descansas o eres libre” pero el camino de la libertad, como diría Pericles, es sólo el camino del trabajo y el esfuerzo, no hay otra cosa, este paradigma del bienestar social, sólo se construye compartiendo su alto coste, con la suma del esfuerzo de todos, o sea trabajando.

Es muy fácil culpar a la generación de los “ninis” por su falta de ambición, su pasividad, o esta retahíla de excusas hacia una sociedad incapaz de darles la motivación necesaria o de unos padres demasiado ocupados, en su sobrevivencia y en muchos casos, acomodados a hábitos no siempre justificables, que les llevaron a no dedicar en los momentos vitales para sus hijos, este único bien tan preciado que es “su”tiempo, incluyendo la paciencia y la empatía, en los momentos claves de su vida o sea la preadolescencia y el descubrimiento posterior de su libertad.

Nadie les contó que sólo a través de los valores, como esfuerzo, la iniciativa, la tolerancia o la simple redundancia, se forja un carácter y éste a su vez , crea hábitos, que generan actitudes, como la competitividad y de allí , a un paso la libertad ganada con esfuerzo y nunca regalada.

Por eso, y sin entretenerme en justificar porque la mitad de los jóvenes no tiene trabajo, pues resulta obvio que tampoco hacen mucho para prepararse en competencias requeridas por el mercado, ni se mueven lo suficiente, abandonando su relativo estado de comodidad, hoy, prefiero ejemplarizar este cada vez más creciente número de estudiantes, que sienten simplemente la curiosidad para ser proactivos, que tienen ideas y buscan tiempo para intentarlas, que se asocian, cooperan con otros, caminan con los ojos abiertos y sobre todo tienes algo clave: que es la actitud y algo más, que llamamos sentido común, y que les hace comprender que cuando tienes poco que ofrecer, puedes arriesgarse, porque tampoco tienes mucho que perder.