Sino fuera por la pereza

Si no fuera por la pereza. Por Miquel Bonet, Profesor, abogado, autor de “Búscate la vida”

No nos engañemos, a casi nadie le gusta trabajar, como no gusta madrugar por obligación, adoramos el ocio y nacimos para el libre albedrío, posiblemente el trabajo viene de esta maldición bíblica y como humanos, somos sensibles, vulnerables y por tanto débiles y muy cobardes para disputarle a la pereza las grandes dosis de dopamina y serotomina que proporciona el placer de no “tener que trabajar” para vivir.

Naturalmente hay dos excepciones, los workaholics , como se denomina en USA a los adictos al trabajo y los que convierten su trabajo en razón vital, seguramente cualquiera de las dos opciones, es peligrosa , pero la situación resulta paradójica para el momento en que vivimos.

Ya sé que mucha gente no está de acuerdo, pero no voy sobrado de sensibilidad y prefiero la vehemencia, para interpretar la realidad y además me gusta la historia, y especialmente la filosofía de la existencia, lo que me lleva a la creencia de que uno de las razones clave es que nos vence la pereza, claro está, que todo el mundo la quiere excluir, supongo que por vergüenza o por ser una frase muy “antisocial”y no nos gusta que nos lo digan, pero honestamente somos gandules por naturaleza, no es lo mismo madrugar para irse de vacaciones o para ir al trabajo , si no aceptamos esto, como explicar lo que está pasando?.

El tema, es que en la vida, hay que tener un plan y ¿Quién tiene algún plan para su vida? Porque no preguntamos a este 54 % de jóvenes que no tiene trabajo, cuál es su plan de vida y que están dispuestos a hacer para tenerlo, supongo que el primer problema que hay es la comunicación, que no tienen que ver nada con las nuevas tecnología para informar, pasar el tiempo, o coleccionar datos, yo hablo de escuchar y de influir, porque como diría Victor Hugo, si no escuchas no conoces y esta sociedad se oculta detrás de su “maquinitas” –observen la gente en la calle, en el ascensor o en un bar- todo el mundo tiene móvil y se olvida de sus orejas, que no hace falta cargar, pues se prefiere el mensaje escrito, el gráfico, el juego ó el Watsapp, que mirar o tratar de comprender a otra persona. 

La reflexión que debieran hacerse los políticos, que lideraron la burbuja desde el 98, al 2006 , es que en menos de 10 años, acabaron absolutamente con una generación, a la que le explicaron que no hacía falta esforzarse , ni competir, para conseguir el señuelo de una calidad de vida y así fomentaron la mediocridad, no hay que extrañarse que más del 50 % de mis alumnos universitarios, aspiraba a ser funcionario, con o sin vocación.
La palabra de moda que cerró el siglo XX, era la conciliación y el “tiempo libre” para desconectar se decía y así muchos jóvenes adolescentes “desconectaron” de la formación clave para aprender un oficio, abandonaron sus estudios, para obtener unos ingresos en un sector maldito como la construcción y otros muchos universitarios, creyeron que enlazando el grado con un master garantizaba un empleo, sin advertir que los empleadores, quieren gente que “sepa hacer” porque el simple saber está en google y para ser competente, hay que dar cuerda al talento y practicar mientras se aprende. 

Pero lo peor de todo, es que abortaron miles de vocaciones de futuros emprendedores, olvidando que la creación de empleo –vergüenza del país- la fomentan los emprendedores y que este tipo de personas, no nacen espontáneamente, sino que surgen a partir de la educación, los referentes sociales y un contexto cultural que favorezca la iniciativa personal en vez de condenarla.

No es cuestión de buena o mala suerte, sino de ser capaces de vencer el mayor enemigo que tenemos, que es el culto al ocio, o la negación del valor esfuerzo, ahora reina el imperio de la pereza y se reniega de aquellos aquellos principios que permitieron a las generaciones de la postguerra superar la mediocridad, trabajando, innovando y mejorando para dar un futuro a sus hijos. No perdamos de vista que, al final no hay otra fórmula para aumentar la productividad, que trabajar, y saber más que los demás, en ambos casos despende del esfuerzo , ya que curiosamente, la suerte, sólo se engancha al sudor.