Viviendo vidas ajenas. Por Miquel Bonet Anglarill, Director del Programa de competencias de la Universitat de Bacelona iL3
Se dice que hay gente, que se dedica a vivir la vida otros, esto suena muy bien, si lo queremos tratar desde la prespectiva de la filosofía de moda sobre mentoring ó liderazgo de la inspiración siguiendo al maestro, pero quiero ser más vehemente y ecléctico en este tema y presentarlo desde la óptica de aquel que se beneficia del esfuerzo de otros, un parásito más que una rémora a la que le toca acompañar y sufrir las inclemencias al lado de su “nodriza” de la que se alimenta.
He llegado a la conclusión de que uno de los valores genuinos de este país, está basado en la supervivencia de cada individuo, siempre y cuando sea posible, basada en el aprovechamiento del esfuerzo de los demás y no quiero demonizar más, a los políticos , ni especuladores, ni intermediarios, ni siquiera sindicalistas, no hablo de nadie ni de nada más que de valores, eso que “mamás” desde la cuna y que subyace en la calle y en la vida social.
¿En que baso esta modesta tesis? Pues simplemente en el análisis de los resultados o las consecuencias, porque no deja de ser una coincidencia que en este momento los países más “tocados” a nivel de credibilidad financiera, sean Grecia, Portugal , España, Italia e Irlanda, todos muy al sur de Europa-excepto Irlanda- y además muy católicos, ortodoxos ó romanos y obviamente cristianos, pero con interpretación de valores muy distinta.
Naturalmente poco sé de la reforma y contrareforma de Trento, más allá de lo que he estudiado y me ha contado mi docto amigo Jaume, a través de las manifestaciones artísticas de la época, especialmente la transición del renacimiento al barroco, pero me da que pensar, como coexisten dos sociedades hermanadas por idéntica creencia cristiana, aunque tan distintas en su desarrollo vital, pues católicos y calvinistas, poco tenemos que ver en muchos valores básicos, como la familia, el trabajo, la cultura, la autoridad, el esfuerzo etc. etc.
He observado, tomando como referencia la obra de Max Weber “la ética protestante y el espíritu del capitalismo”, que más allá de la predestinación reformista antepuesta al curriculum de “obras buenas” del catolicismo, destaca en los países con mayor influencia protestante, una visión racional del trabajo, el éxito como consecuencia de hacer algo bien, se aplaude el triunfo ligado al esfuerzo, competitividad y libre empresa son vistos como un mérito, los padres actúan más como “lanzaderas” de sus hijos, que como “eternas niñeras”.
Por otra parte y sin ánimo de generalizar, los católicos, que nos somos capaces de interpretar la palabra divina sin la ayuda del cura, precisamos símbolos , imágenes, demostraciones hostentosas de culto y si bien admiramos en parte el esfuerzo de los demás, al final , siempre acabamos “derribando” al ídol@, es fácil criticar el triunfo del talento, justificándolo con “enchufes” favores de toda índole, traición o simplemente suerte.
Aunque sólo son simples reflexiones, creo que no puede vivirse alejado de los orígenes de cada cultura, pues el pasado ayuda a entender el futuro, quizás si cambiáramos la envidia por admiración, la subvención por inversión en uno mismo, podríamos dejar de vivir vidas ajenas, sin compararnos con nadie, ni compadecernos de nosotros mismos, enterrando las frases como “es que todo va mal, hace mucho calor, no hay trabajo, se lo dan a otros” y recurrir al dicho de nuestras abuelas, “madrugando, con mucho estudio y trabajo, probablemente saldremos adelante”.