No es una cuestión de afinidades, se lo aseguro, pero sí, de realidades, porque la “ceguera” económica de mi pequeño país, conocido secularmente por su espíritu trabajador y sobre todo comercial, está perdiendo dolorosamente credibilidad en el mundo empresarial, por decisiones políticas, estúpidas y absolutamente fuera de un contexto global y de economía de mercado, porque no sólo se limita la velocidad de acceso a la gran ciudad(80 KM/h), además se “ponen barreras” para que la gente potencie el comercio.
Los domingos ya no son sólo, para descansar, o es que aún no se han enterado que internet nunca duerme, atentar contra la libertad de horarios comerciales, es lo mismo que hacer surcos en la arena o atrapar las estrellas del cielo, tan absurdo como capturar el viento ha sido la limitación de las llamadas temporadas de rebajas para después de Reyes o de horarios y como no, de rotulación que atenta contra cualquier principio del marketing moderno.
Me cuentan personas de fiar, que en la primera semana del año, mucha gente se ha ido a Madrid de compras ¿ como que de compras? Pues paraec que sí, que llegaban los AVES a Zaragoza,Tarragona y Barcelona, cargados del regalos cuidadosamente envueltos, dispuestos a ser entregados en los tradicionales Reyes, después leía en diarios locales como la Vanguardia o El Periódico, que las ventas comercialespre-reyes habían notado la crisis; pero ¿como no la van a notar?porque “extrangular” el libre comercio a golpede decreto, es una forma de limitar la inciativa privada y desentenderse de los hábitos del comprador en todo el mundo.
Es absurdo que en un festivo, tengas que comprar un paquete de arroz en una tienda pakistaní, china o iberoamericana, o que en épocas de rebajas, se tenga que cambiar de Comunidad para ahorrarse no menos de un 50 % . Pues a ver si estas comunidades “reticentes”, como la catalana, que otrora fueron pioneras del libre comercio, se ponen las “pilas” y aciertan en el sentido común, porque si la globalización nos ha permitido cambiar de país por menos de treinta euros, o comprar “todo” por internet más barato, es absurdo potenciar normas que hipotequen el sentido común.