Desengáñate porque simplemente pasar por la universidad y obtener un diploma no te hará más competente, de la misma forma que conocer música no es lo mismo que saber tocar, o que tener más información no equivale a estar mejor informado. Las competencias no caducan pero sólo sirven si se aplican.
¿Te has parado un momento a pensar que la mayoría de líderes –no digo directores- que tenemos en las empresas o en la política son mediocres? En el fondo, lo que los convierte en jefes es poco más que algún master, cierto éxito en el puesto anterior, una recomendación, el vacío o la pereza de quienes los eligen.
Si pensamos en los medios de comunicación, el tema está cantado. Los buenos, la gente que hace algo bien y lo cuenta, no interesa porque todo depende del “share” – medidor de audiencia-. El que “ vende más” casi siempre es el que lo hace peor, el que canta mal, el gracioso, el boceras, el patoso, el que se cae, el mal hablado, el faltón, el chulo, el chillón, el parásito, el superficial, todo se reparte entre el kitch y el “ botox”.
Ganan audiencia los programas que se dedican a proclamar la anormalidad desde una forma histriónica, bucólica, descarada y especialmente ridícula, se glosa la mediocridad y acaban triunfando los inútiles.
Este fenómeno mediático, supongo que bebe de las fuentes de la política y por desgracia, se está extendiendo en el tejido empresarial. Empezó con ciertos funcionarios que se acunaron en el antiguo régimen, después sobrevivieron a los monopolios y se está extendiendo cual mancha de aceite, entre muchos ejecutivos de karaoke, que beben de las ideas de otros.
Lo malo es que como todas las epidemias, ésta también se contagia y así tenemos a la mitad de nuestros jóvenes viviendo de la “sopa boba” con treinta años y sin haber empezado a trabajar por la tolerancia de madres protectoras que les protegen, mientras demasiados padres se distraen buscando valores olvidados, aunque no ignoran, que el amor, el coraje y el talento no se escribieron para los zánganos.
Si miramos hacia arriba notamos que el mundo está dirigido por inútiles. Unos alcanzan notoriedad por pelearse todos los días, otros destruyendo lo que tocan, porque construir cuesta esfuerzo, algunos, comen de la desgracia y el chisme ajeno, también hay gente, que vive de predicar la queja perpetua, hipnotizando a los perdedores con cuatro mensajes dogmáticos y hasta hay quien compra un pedazo de cielo, tragándose a bocados algunas reglas totalmente ajenas a la sociedad actual.
No me gustaría para nada, dejar a los jóvenes algún mensaje que suene a fracaso, ni mucho menos a desesperanza, porque en el mismo camino se cruza otra clase de gente-pienso que la mayoría- que sigue aspirando a ciertos valores, que gusta de verse con sus propios ojos, que la única mirada robada es la que esconde el amor por otros, padres que se sienten como el arco que tensa la cuerda para que sus hijos vuelen solos y jefes, que son líderes, porque creen que la comunicación y el reconocimiento son las llaves, para conseguir confianza, a éstos se los sigue por afinidad.