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Cuidado con la euforia

Ya se sabe que después de la tempestad viene la calma que precisamente no abunda en este momento, ya que a la incertidumbre de esta  tercera ola de la Covid se ha sumado “la tempestad” de la nieve y el frío invernal que aún siendo muy lógico en estas fechas, nos ha pillado cuando aún estamos digiriendo los turrones y mazapanes y sin haber asumido del todo los vacíos de mesas familiares a medio llenar en la mayoría de hogares del país. No acabamos de aceptar nuestra fragilidad biológica y nos resistimos a salir de esta burbuja de bienestar ficticio  creado a base del consumo voraz, condicionados como estamos, a tener de todo aunque no seamos dueños de nada, ni siquiera de nuestro futuro, por eso, desoímos los oráculos de visionarios como Bill Gates que ya en 2017 anticipara esta realidad, pues los humanos siempre nos resistimos a aceptar las debilidades y confiamos en la improvisación y el ingenio para sobreponernos y evolucionar ante los desastres..

Todo ello a pesar de que mucha gente trata de cavar en la tumba del pesimismo, enterrando los sueños de las jóvenes generaciones que están en la calle tratado de formarse y aprender de la única forma posible, que no es otra que seguir el mismo proceso que recordamos cuando empezamos a andar, por tanto  caernos una y mil veces y levantarnos y confiar en esta resilencia natural que nos va a salvar, esperando que después seamos más sabios y también más realistas, porque las personas rebotamos después de la caída  y se nos dispara la euforia.

No sé si todo eso que está pasando nos va ayudar a ser más fuertes, pero lo que está claro es que toda la crisis está sirviendo para darnos cuenta que juntos somos mejores y también hemos aprendido más cosas , que el dinero no compra salud, que la ambición no siempre equivale a mayor poder y que por muy potente y clara  que sea la mente , no podemos vivir alejados de las emociones al final,  incluso nos damos cuenta que los auténticos líderes son los que tienen mayor empatía , son capaces de resolver problemas e inspiran confianza, por esto muchas empresas desde Recursos Humanos , están invirtiendo en el análisis preventivo del talento y con toda seguridad aquellas corporaciones que anticipen estudios sobre evolución de mercado, agilicen su Big Data y aborden la digitalización como un medio para conseguir más talento en sus organizaciones  asegurarán mucho mejor el futuro.

Nos toca ser optimistas por una razón muy simple, porque no serlo equivale a navegar en la incertidumbre y de ahí al fracaso sólo hay un paso, como decía uno de mis mejores amigos el Pare Manel, fallecido por COVID hace unos meses y que dedicó toda su vida a la gente más desfavorecida “solamente reconociendo nuestra limitaciones podemos descubrir nuestra posibilidades” por tanto ahora lo que toca es aceptar nuestra inseguridad física y moral, la impotencia de nuestros gobernantes más allá del poder económico que representan y  la limitación que padecemos cada uno de nosotros para enfrentarnos a  situaciones para los que no existía ningún manual  previsto . Me permito ser optimista hasta creerme que quizás hemos descubierto que pertenecemos a una sola especie, que nos iguala el color de la sangre más allá de nacionalidades, sexos y razas y que estamos aquí para colaborar, para ayudarnos y compartir ya que nos necesitamos unos a otros y estamos obligados a tratarnos bien.

Deberíamos cuidar lo que nos ha sido prestado como la propia vida o la madre naturaleza aunque sólo sea para disfrutarla, seguro que reaccionaremos con euforia, los emprendedores se reinventarán, nosotros nos vacunaremos contra el virus y no seremos tan idiotas para derrochar la vida confinados en una burbuja perdiendo la posibilidad de compartirla con otros , pues al fin y al cabo nuestra auténtica grandeza reside en la posibilidad de compartirla.

 

 

 

La Logosofía

Sigo pensando que la principal tarea que tenemos los que de alguna forma ejercemos la docencia consiste en dar las herramientas y si es posible el empujón para que cada persona sea capaz de tomar el rumbo de su vida, con todo lo que eso comporta de visión y esfuerzo por parte de cada uno, a menudo nos empeñamos en “llenar” de conocimientos a nuestros alumnos , obviando cuál es su objetivo vital  y que sea feliz mientras lo está realizando.

En los años 30, el pensador Bernardo Gonzalez Pecotche, hablaba de la logosofía , algo muy simple y que consiste en la obligación de conocernos los suficiente para decidir el destino de nuestra vida, algo tan obvio como infrecuente.

Millones de personas trabajan en nuestro mundo próximo sin saber porque se levantan por la mañana para hacer alguna tarea, está claro que les lleva una inercia, una rutina o un sinfín de obligaciones heredadas o construidas, familia, hijos, hipotecas, ocio o necesidades, pero es triste ver como se sienten “empujados” en proyectos que no les van, a menudo porque no saben y otras muchas veces porque no les interesan, ni están preparados para ello y las consecuencias son terribles para el resto de la sociedad.

Es un problema sobre el que he reflexionado muchísimo en los últimos 20 años coincidiendo con la expansión de la era digital y me preocupa no tanto, por los millones de empleos que van a desparecer a cambio de la robótica, ya que eso es inevitable, aunque sin duda se crearán nuevas oportunidades, como ocurriera en las tres revoluciones industriales anteriores, pero el problema real es que la falta de decisión sobre los proyectos vitales personales, no sólo van a condicionar la vida de los individuos, sino a la propia comunidad, no vamos a construir un mundo mejor  con gente desmotivada, que no sabe que hacer con su vida y fácilmente manipula bles por el marketing y la economía.

La única solución frente a esto sería anticiparse y focal izar las consecuencias de este desastre anticipado, no quiero ser peyorativo, pero sólo se me ocurre empezar por la educación, porqué es el único camino como en todo, para cambiar las cosas. Se repite que en el mundo de la empresa falta talento, pero las organizaciones están formadas por las mismas personas que están en la calle y “talento” existe, aunque está mal gestionado desde el principio porqué a  casi nadie se le ocurrió preguntar a un niño que se está formando, como desea que sea su vida de adulto, nadie, o muy pocos educadores, observan, analizan, preguntan y acompañan al menos hasta el paso siguiente a la pubertad ayudándolas a descubrir sus auténticas competencias profesionales.

Es cierto que el mundo no funciona de forma deseable y todos vivimos el futuro con cierta preocupación por el clima, las guerras, el hiper-consumo y la falta de valores, es verdad que en nombre del consumo, el marketing y la codicia, la humanidad parece desnaturalizarse, pero las personas somos la esperanza siempre que seamos capaces de crear sistemas educativos, leyes, organizaciones que encarnen un conducta ética y ésta decisión amiga/amigo mío depende de cada uno de nosotr@s y ¿sabeis porqué? Pues porque en el fondo mi generación, los baby boom y la siguiente hemos construido y/o permitido el mundo que tenemos hoy y si no nos gusta siempre podemos cambiarlo, pero para ello como propone mi amigo y colega  Javier Martinez , hay que reflexionar con mirada crítica, sistematizar y transformar los malos hábitos y sobre todo compartir.