Pues sí, lo cierto es que nunca conocemos del todo nuestros límites hasta que alguien nos pone a prueba y hoy escribo estas líneas emulando, como no, a un personaje de Alexandre Dumas este fabricante de mis sueños de juventud y seguro que la de muchos, cuando nos contó la historia de este hombre injustamente encarcelado durante siete años y que se convertiría en el Conde de Montecristo, pues bien, salvando las distancias y confiando en que este cautiverio vírico no sea tan largo, trato de aprovechar que el mundo se ha frenado para ocuparme de recuperar alguno de aquellos buenos hábitos como el de pensar, analizar y hasta me atrevo a sacar mis propias conclusiones.
La primera evidencia es que nunca hemos creído que podríamos ser tan vulnerables como lo somos en este momento y la primera razón que se me ocurre es que resulta muy difícil empatizar con la gente privada de libertad cuando conservamos la propia, pues la reclusión y la renuncia a la comunicación social puede parecer interesante siempre y cuando se trate de algo deseado, pero nos resistimos a la imposición porque somos hijos de una cultura rebelde, incluso anárquica que nos ha funcionado hasta ahora, porque en general y por historia somos un país opuesto a la racionalidad y al método, de nuestros vecinos del norte y cualquier tipo de orden y mandato se nos hace extraño y hostil.
Por otra parte, pienso que no debemos preocuparnos más de lo necesario ya que la recuperación económica se producirá incluso antes de lo previsto, porqué las finanzas sostienen el mundo del que formamos parte y los dueños de todo necesitan del servilismo de los consumidores que somos los demás y si no hay dinero se inventará para que no pare la actividad humana y el consumo, pero quedarán secuelas y además esta crisis ha desnudado las graves carencias de nuestra sociedad y sobretodo las más evidentes que siempre tienen que ver con la educación cívica pues más allá del “Resistiré”-que está muy ben- de los mensajes de todos los colores que circulan desde los tonos más divertidos a aquellos más humanos y emotivos ,se han manifestado como no podía ser de otra manera , los problemas que derivan de un liderazgo ambiguo, también de una sociedad dividida incapaz de empatizar y mucho menos de respetar, por eso el gobierno ha tenido que recurrir a medidas policiales y a la amenaza de sanciones pecuniarias para conseguir un propósito que debería obtenerse simplemente por simple sentido común y de convivencia.
Está muy bien todo este avance tecnológico, la digitalización y esta globalización que precisamente ha contribuido a la difusión universal del “bicho”, a lo mejor estas cosas que están pasando consiguen ponernos en nuestro lugar y nos hacen reflexionar , porque lo malo es que la amenaza de algo tan diminuto nos retiene en nuestras casas y afloran nuestras debilidades como seres humanos, incapaces de respetar normas, víctimas de obsesiones, las que en su día lo fueron por la “masteritis “lo son ahora por la acumulación de “papel higiénico” sin término medio, no obstante, ponen a prueba nuestra calidad como ciudadanos; pues esta gente indisciplinada que se salta el “toque de queda” es la misma que en la empresa va a su bola ,descuida la Prevención de Riesgos y no quiere comunicarse ni compartir ideas que mejoren la eficiencia del equipo con sus compañeros de trabajo , porqué jamás entendió que el proyecto de cualquier comunidad, de una corporación, de la familia con quien vive y el suyo propio, son lo mismo y todos contribuimos en la construcción de una sociedad más justa y con más sentido, por ello y una vez más, la vida y los hechos excepcionales siempre nos ponen a prueba por una simple razón, para que aprendamos.