Aunque pueda sorprender a algunos lectores, ser racionales no nos hace mejores que los animales, aludiendo a Chomsky y la denominada Escuela de Palo Alto, gracias al lenguaje podemos mentir, sólo falta que deseemos hacerlo.
Si pensamos que nuestras empresas son entes gobernadas por personas inteligentes, resulta fácil adivinar cómo, a través del reclamo de palabras y bonitas frases, pueden venderse historias disfrazadas de nombres tan maravillosos como ética, visión o valores, aunque en realidad sólo esconden objetivos económicos.
Pero después, la verdad de los resultados desnuda sus promesas y las matemáticas como los niños, nunca mienten.
Vivimos una época en que las consecuencias de lo que hacemos son inmediatas porque a caballo de la globalización y la tecnología, las distancias se han desvanecido, los crecimientos se aceleran con la red y los valores de bienes y servicios se miden según la cuota de mercado, por ello, debemos acostumbrarnos a nuevas formas de trabajar en las que dar valor sea la meta, la clave sea el talento, la premisa el conocimiento, y la relación humana sea el método.
Si realmente las personas son importantes, su conocimiento será el recurso que aporte a la empresa, por tanto, casi todo es cuestión de actitud e inteligencia y en este tema habría que rendir un merecido homenaje a Howard Gadner, pues con su teoría sobre las inteligencias múltiples nos sacó de golpe muchos complejos sobre el dichoso IQ (cociente intelectual), y poco después, Daniel Goleman con su inteligencia emocional nos devolvió la esperanza cuando probó que normalmente el primero de la clase casi nunca es el que tiene más éxito, ni el más feliz. Estos gurús han hecho más por la normalización de los recursos humanos que muchas generaciones de psiquiatras.
Toda vez que es obvio que para que hayan números uno, deben haber cientos de miles de gentes normales que aspiramos simplemente a tener una oportunidad, por pequeña que sea, y así poder desarrollar nuestra mediocridad hasta llegar a descubrir nuestro talento que sin duda y en alguna medida todos poseemos.
En realidad, podemos ser más inteligentes que Michael Jordan o que Bill Gates, simplemente relativizando el concepto, pues ellos, aparte de coincidir en sus cuentas millonarias, sus características físicas y habilidades son bastante diferentes.
Lo cierto es que cada vez en las empresas, las personas nos convertimos más en la joya de la corona, y en la nueva economía las condiciones para el éxito son muy parecidas para todos, simplemente es cuestión de reconocer nuestras propias competencias y habilidades, o mejor dicho, descubrir en que somos realmente buenos, por tanto especializarse para poder competir, realmente, somos humanos con recursos y el que sea capaz de conocer sus recursos y explotarlos adecuadamente tiene e éxito asegurado.
Además no perdamos de vista que como compradores somos muy poderosos y como vendedores tenemos muchas oportunidades, por tanto, cada uno de nosotros constituimos un pequeño tesoro desde nuestra autenticidad y ésta es lo más importante.