La propina menos democrática

Cabrera de Mar.

Acabo de regresar de Londres, una ciudad, que siempre merece la pena visitarse y que nunca deja de sorprenderte y no sólo, por la constante renovación (antes era modernización) de edificios y espacios con buenas ideas, como la tarjeta Oyster para transporte, genial cuando además pongan más terminales de gestión , también se nota el progreso en la enorme flexibilidad de horarios y aperturas, tanto en comercios, como en restauración y sobre todo por lo que tiene que ver con focalizar la “venta al cliente”.

Pues con todo eso, sorprende, que una nación, que prácticamente descubrió la democracia moderna y me consta que, además la practica, incorpore una costumbre tan americana, como vergonzosa y que se está imponiendo en hostelería, que consiste en exigir el “pago” de la propina.

Como un impuesto más, en la cuenta y no hablamos de tonterías, entre un 12 y un 15 % , en una de las ciudades más caras del mundo; y yo me pregunto: hasta donde hemos llegado? Romper el mágico equilibro de una relación espontánea, casi furtiva, entre el cliente que va a comer y beber y el hostelero-camarero que le está sirviendo, pervirtiendo la opinión sobre la competencia de su trabajo, o sea imponiendo la recompensa, sin respetar el libre criterio del cliente-usuario, me parece no sólo un abuso, sino un atentado contra la esencia de la propia democracia, que no es otro, que “ tu libertad , acaba donde empieza la del otro”…..lo contrario ,se llama dictadura, de la que sabemos mucho en nuestro país, la propina obligatoria, no es otra cosa que mediatizar la voluntad de una persona, impedir la libertad de pensar y decidir.

Hay algo menos democrático que éso? Todos sabemos, porque somos testigos, a menudo impotentes, de un auténtico cáncer social, que consiste en la mediatización y la contracultura del marketing, que en su forma más perversa, obliga a comprar, impidiendo pensar y seduciendo al público más vulnerable ,especialmente a colectivos precoces como los jóvenes y niños , expuestos a una salvaje publicidad, cargada de estereotipos, más que falsos e inventando iconos sin ninguna consistencia, ni realidad , en forma de ídolos de barro, mucha mediática y la invasión de un merchandising siempre excesivo.

Está sería una de mis razones por la que una gran parte de mi tarea docente en la Universidad, escuelas de negocio o en las empresas , consiste precisamente en inspirar a mis alumnas y alumnos, para que se decidan por la cultura, disfruten el placer de desarrollar su inteligencia selectiva y dirijan sus habilidades naturales hacia el conocimiento de su mundo, de los formatos de consumo responsable que deseamos y denunciando algunas estrategias más populares, que utiliza la economía de consumo, para vaciar sus bolsillos, o los de sus progenitores, pues al final para aprender a comprar , hace falta conocerse individualmente, descubrir necesidades reales y pensar desde los valores aprendidos y vividos con la educación.