O por lo menos, nada de lo que ocurre a nuestro alrededor parece predecible,ni las personas, ni los mecanismos de poder, ni mucho menos el tiempo, pasamos por un invierno loco, de la inundación, a la sequía más completa, si el deporte dignifica también se contradice, porqué mientras aparecen nuevas promesas, al final acaban dominando el cotarro los viejos héroes Federer, Carlos Sainz, incluso este Luck Skywalter, ya envejecido que es el símbolo de la resucitada Star Wars, no creo que todo se deba a la nostalgia con el vintage, sino simplemente que la presión de la innovación, provoca la caducidad antes de que la gente se encariñe con algo.
No creo que todo eso sea malo, tampoco bueno, pues en esta huída hacia adelante y perdiendo tiempo con la gamificación al final, olvidaremos no sólo la infancia , sino el pueblo en el que nacimos o a qué se dedicaban nuestros padres, de la misma forma que se van olvidando muchos valores que aprendimos y enseñamos, como por ejemplo, comunicarse, escuchar, mirar, acariciar o simplemente poner la mente en blanco.
No sabemos a que sabe el viento, porque nos refugiamos ante la primera brisa y lo más aterrador será cuando la gente deje de enamorarse , porque sea incapaz de construir un castillo en el aire mientras se van improvisando los planes con esta fantasía mágica a la que llamamos imaginación.
Y cabrea mucho que no sólo caduquen los smartphones y los terminales digitales, que nos esforzamos por conseguir más agilidad en mensajes y más pixels en los retratos, simplemente para testimoniar a cada hora nuestra presencia en la vida para a los demás y lo peor es que nos quedemos sin poetas y sin el tiempo para escucharlos, porque ellos podrían devolvernos con el aliento de sus palabras el recuerdo que os lleve a respirar de nuevo, que es el testimonio de sentirnos vivos.