Se-nos-ha-ido-Bauman

 

No me gusta nada empezar el año con malas noticias aunque sea el mal que todos los días , sin que nos acostumbremos del todo, pero si duda, el fallecimiento de Sygmund Bauman, ha significado, algo así como, si nos amputaran un poco de esta esperanza a la que nos aferramos algunos ilusos que creemos que con nuestra pequeña labor cotidiana y convirtiendo en valor lo poco que hacemos, podemos cambiar algo el estado de las cosas.

Conocí a Bauman, en una de sus escasas visitas a Barcelona y más allá de sus reflexiones, su simple presencia y su carisma envuelto en un halo de tolerancia y compasión, que apuntalaba mis creencias en este mundo utópico en el que debiera prevalecer, cuanto menos el sentido común, este hombre interpretaba el momento actual con una sabiduría y un sentido común únicos, comunicaba de forma fácil, sutil, discreta, evitando la vanalidad y con la mayor sencillez desnudando la verdad simple.

En un momento en el que todo el mundo se cree capaz de vender ideas, productos , servicios o simples frases empaquetadas en teorías bajo formas tan complejas como, conferencias, libros, cursos a los que llaman, sin pudor, desarrollo personal, formación o incluso masters; cuando todo el mundo invoca la figura del liderazgo, precisamente porque no abunda y en una situación en que la densidad de la comunicación, supera con creces la calidad de la misma, el referente de Bauman significaba una dosis de aire fresco y un sorbo de agua fresca que aliviaba este empacho teórico, analizando y explicando con humildad y realismo este momento de la historia al que él mismo denominaba como los tiempos líquidos.

El siglo de la tecnología está siendo muy cruel con los filósofos verdaderos, de la misma forma que se rechaza a la gente capaz de pensar o analizar, porque ello equivale a perder el tiempo y paradójicamente en el mundo empresarial se  contrata a la mayoría de profesionales para que sean sólo “aplicadores”, valoramos sus competencias para resolver cosas, buscamos comprar talento, pero ignoramos a aquellos que aman el saber, a menudo ni siquiera sabemos descubrirlos, porque tenemos métodos sólo a corto plazo y cuando formamos, priorizamos la materia que creemos mostrar, antes que el aprendizaje, creemos tener lideres inspiradores y solo tenemos jefes mediocres, naturalmente nuestros objetivos son económicos, pero olvidamos que las personas, no trabajan sólo por dinero y a menudo nos perdemos el talento que entra en muchas corporaciones en forma de becarios o de seniors, porque no queremos dedicar el tiempo para paramos a escucharlos y conocerlos.

Este sistema y esta forma de dirección, muy común a muchas corporaciones, puede resultar válido para optimizar costes y recursos humanos a corto plazo, pero impide que los profesionales con los que trabajamos, encuentren un auténtico sentido de vida en lo que hacen y se vayan; la razón es que casi nadie se siente ubicado y seguro en el mundo actual. Precisamente la licuidad de la que hablaba Bauman, es la ausencia de estructuras sociales, la falta de valores sólidos o la pérdida de la individualidad como consumidores, para él, la sociedad no era otra cosa que una red, más o menos social, internet, un espacio universal y las personas somos simples testigos y/o víctimas de los planes económicos y las estrategias de marketing de un mercado que necesita nutrirse del consumo para sobrevivir.

Bauman, nos recordaba lo que somos y lo que podemos perdernos por renunciar a nuestros propios proyectos vitales, por ello, todas las personas que no nos sentimos satisfechas por las desigualdades del mundo, por el funcionamiento macroeconómico, por la mala distribución de las oportunidades, por las discriminaciones de género, de edad o de lo que sea, porque aborrecemos el exceso de frases bonitas , consejos o libros de autoayuda sin experiencia práctica, todos nos sentimos huérfanos ya que nos faltará  alguien, que simplemente nos recordaba, que la verdad sólo necesita mostrarse.